[Fonte: La Vanguardia]
En la reunión de ministros de Agricultura del G7 en Niigata (abril de 2016), se debatió sobre la próxima generación de agricultores. La media de edad de los trabajadores en el campo en gran parte del mundo es alta y sigue creciendo. Este crecimiento, causado principalmente por la migración de los jóvenes a las ciudades, dejará millones de hectáreas abandonadas.
En aquella conferencia, el ministro japonés de Agricultura, Hiroshi Moriyama, ya aludió a que los robots sustituirían en el futuro a los agricultores del país nipón, cuya edad media es de 67 años. No obstante, ese cambio llegará este mismo año gracias a una empresa japonesa.
A las afueras de la ciudad de Kyoto, donde está ubicada la sede de Spread, la empresa nipona tiene un invernadero llamado Kameoka en el que producen lechugas desde 2007. Actualmente, 21.000 al día (7,7 millones al año) con un método diferente al modelo tradicional de conreo, el cultivo vertical.
Aunque tan solo se dedica a la producción de lechugas, la empresa japonesa apuesta fuertemente por la tecnología y su uso en la agricultura para conseguir un mejor rendimiento y conseguir expandir sus ideas a medida que el mundo evolucione tecnológicamente y, a la vez, aumente la sostenibilidad.
Su dedicación por la tecnología le ha valido para recibir reconocimiento internacional como el premio Edison en 2016 por su proyecto Techno Farm, la segunda planta que funcionará con el sistema más avanzado de producción de hortalizas con cultivo automatizado, reciclaje de agua, luces LED especializadas para fábricas de plantas y controles ambientales.
En la nueva granja, Techno Farm Keihanna,se optimizará automáticamente la temperatura, la humedad y los niveles de CO². Por lo que respecta a los robots, una gran parte tendrán brazos articulados que trabajarán a lo largo del sistema de cintas transportadoras que circularán en toda la planta de aproximadamente 3.500 m².
Con esta iniciativa, la empresa superará la producción de 10 millones de lechugas al año. Además, la empresa avanzará aún más en su intento de ser 100% sostenible, reduciendo el consumo de agua y energía. A esto, se suma la pérdida del factor humano: mientras que en Kameoka trabajan 50 personas, en Keihanna se calculan que solo habrá 25 trabajadores que supervisarán el trabajo de los robots y el estado de las lechugas.